De una carta que envié hace unos meses:
“Tengo miedo. Estoy viviendo uno de esos momentos en los que te puedes dar cuenta de que tú misma estás cambiando. Cambiar a veces me asusta, me da vértigo la incertidumbre, estar a merced de lo que estás pasando y no saber dónde vas a terminar.
Últimamente no he sentido nada, solamente siento algo cuando estoy bailando. El resto del tiempo he estado encerrada en mi cuarto viendo series o videos hasta que llega el momento límite en el que tengo que entregar algo y me tengo que obligar a hacerlo.
¿Por qué te estoy contando esto? Creo que tengo la hipótesis de que cuando hablas del miedo llega un punto en el que te das cuenta de que no te está llevando a ningún lugar, de que el único resultado es caminar en círculos hasta que te mareas; de que tienes que cambiar de dirección y regresar a la curiosidad.
¿Debería volver al miedo? ¿Qué me da miedo? Me da miedo cambiar y alejarme de las personas que me importan. Me da miedo no tener de dónde conectar cuando no siento nada. Me da miedo ser olvidada. De esto último me di cuenta hace poco; también me di cuenta de que evidentemente va a pasar, en algún momento, pero será hasta que ninguna persona con la que he convivido siga aquí, porque la memoria es rara y a veces nos hace pensar que ciertos recuerdos se han borrado hasta que regresan en el momento menos esperado. Me di cuenta de que siempre va a haber algo de mí en las otras personas a las que he marcado, simplemente por el hecho de que yo puedo identificar todo lo que hay de los demás en mí, soy gracias a que he sido junto con otras personas.
Lo de la curiosidad me ha llegado por la danza. ¿Te he contado lo increíble que es la danza? Creo que no. Al menos no lo suficiente. Me está cambiando la vida, tal vez es una de las principales razones por las que he estado cambiando. Cada clase a la que entro, cada que me paro en el conservatorio e incluso a veces desde que estoy manejando de camino siento que soy de manera más intensa. Mi ser en el mundo se intensifica.
La curiosidad, he descubierto en la danza, es moverte de la parálisis al movimiento.
No sé si te he contado de la vez que intenté tomar una clase de danza por Instagram Live, cuando estaba comenzando a bailar. Yo siempre había pensado que el miedo y la ansiedad que sentía a veces cuando intentaba bailar tenía que ver con que estaba frente a otras personas, pero ese día únicamente estaba yo en mi cuarto, sola. Estaba intentando seguir la coreografía y me sentí invadida de pensamientos intrusivos sobre cómo no lo estaba haciendo bien y ni siquiera debería estarlo intentando. Eran tantos los pensamientos que no podía pensar en los pasos y se volvía un círculo vicioso incapacitante. Eso es el miedo: parálisis.
Círculos cada vez más y más pequeños hasta que estás dando vueltas en tu propio eje y no puedes mirar al frente. En ese momento me di cuenta de que el miedo venía de mí y dependía de mí, no me importaba si otros me veían, lo que me daba miedo era no hacer bien las cosas, y ese mismo miedo no me permitía siquiera intentarlo.
Casi todas mis clases han consistido en hacer cosas que no sé hacer todos los días, repetir y repetir cosas que no me salen bien. Creo que la razón por la que he logrado no morir y quedarme paralizada en medio del salón es porque desde que llego me muevo a la curiosidad. ¿Dónde están mis pies en este momento? ¿Hacia dónde tengo que mover la cadera para poder avanzar? ¿Cómo le hago para no aporrearme contra el piso?...”
Eugenia Antonella Ramírez Morales
22 años
Estudiante de Psicología y bailarina en formación
Mérida, Yucatán
Fotografía: Jorge Cárdenas
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