Lo más hermoso de dedicarse al arte está en la satisfacción que sentimos al hacerlo, esos momentos de magia donde subirse a un escenario y dar función se vuelve lo único que importa, estar en el aquí y el ahora. Ese momento en que ves personas admirando tu obra y teniendo emociones, esos momentos donde finalizas un proyecto importante y ves resultados maravillosos de tus esfuerzos, o cuando vas de la mano con tus compañeros, alumnos, maestros, y observas su crecimiento y desarrollo sintiendo orgullo y felicidad de compartir. Entre otras cosas, el valor de esos momentos es difícil de medir, es sublime, es algo que da vida, tanta que por lo menos yo no cambiaría por nada.
Sin embargo hay cosas que tienen un valor fácil de medir, como la calidad de vida, las clases sociales, la distribución de recursos, la pobreza, la riqueza, las oportunidades laborales. Con el paso del tiempo los artistas en desarrollo escuchan muy a menudo y viniendo de muchas partes la frase “te vas a morir de hambre”, y de tanto que se escucha hasta puede parecer un chiste y dejamos de tomarla en serio porque las pasiones y los esfuerzos siempre van a estar presentes, siempre tratamos de convencernos que al final todo vale la pena, porque si lo vale. No importan las consecuencias que vengan, el cansancio, lesiones, enfermedades, depresión, etc. Esos momentos de magia nos mantienen vivos y con ganas de continuar.
Planteando una situación desde mi rama artística y sin hacer comparativas ni meter en este asunto a países de primer mundo en donde todo es exponencialmente distinto. Un bailarín promedio(con estudios profesionales o mínimo 8 años de experiencia) en México si quiere dedicarse realmente a bailar, a ejercer como ejecutante, necesita por lo menos trabajar en dos o tres lugares diariamente, tener jornadas laborales de 18 horas o más limitando su descanso, hábitos alimenticios, cuidado de la salud y tiempo de ocio. Todo esto suponiendo que hablamos de una persona independiente que no recibe algún otro apoyo económico extraoficial o de abolengo. Con este texto no busco menospreciar a los artistas privilegiados, al contrario, que bueno que invierten su tiempo y posibilidades al arte. Sin ofender a nadie, mi intención es visibilizar como el clasismo afecta al arte, o más ben a los artistas. Un bailarín con pocos privilegios, por así decirlo, si llega a presentar un problema de salud, como una lesión grave que se puede ocasionar debido a que para poder estar en un escenario tiene que trabajar durísimo todo el día haciendo cosa que tal vez no quiere porque el dinero no sobra, al contrario. Entonces no podemos darnos el lujo de decir que no cuando se presentan oportunidades, porque ese dinero te permite subsistir mientras haces lo que amas, entras vas a tu entrenamiento diario porque además tienes que mantener tu nivel y seguir evolucionando porque luego no te contratan.
Pensemos en nuestros compañeros artistas que nos rodean, y cuestionemos solo por analizar, ¿Cómo sobreviven?, ¿Son independientes o viven con sus familias?, en caso de ser independientes, ¿Tienen la posibilidad de pagar solos una renta?, ¿Alguno de sus trabajos les proporciona seguro medico?, si tienen hijos, ¿Los mantienen solos, con sus parejas, o reciben algún tipo de apoyo?, y entre otras preguntas que quiero resaltar ¿Tienen la calidad de vida que desean?
Me parece importante como punto de partida para intentar mejorar, visibilizar la situación artística – económica local simplemente para darnos cuenta de que no, no se vive completamente del arte. Todos en algún momento hemos accedido a un sinfín de empleos para los que a veces ni siquiera estamos preparados, no nos gustan, o le hacen perder calidad a nuestro quehacer artístico.
Este escrito no es una queja ni un reclamo a las distintas instituciones que denigran al artista con sus pagos ridículos con los cuales no sobrevives ni 3 días por un trabajo que llevó meses. Pienso hoy en día que tales reclamos ya no sirven de mucho.
Y entonces las oportunidades que se nos presentan se sienten como únicas, no las queremos perder porque vivimos con el miedo de no volver a tenerla y ponemos nuestro arte como prioridad por encima de la salud, familia, relaciones, bienestar, salud mental, etc. Y sin llegar a ninguna conclusión, te invito a que observes y analices la cantidad de trabajo que necesitas para la calidad de vida que sueñas.
Martha Patricia Obregón Martínez
Bailarina y economista
Fotografía: Valeria Vázquez
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